Por qué algunos sabores nos recuerdan a nuestra infancia
Un aroma o un sabor tiene el poder de llevarnos a épocas pasadas. La química explica cómo ciertos compuestos evocan recuerdos profundos y cómo los sabores de nuestra infancia permanecen grabados en nuestra memoria.
Por qué importa: comprender esta conexión tiene aplicaciones terapéuticas y podría potenciar el uso de estímulos sensoriales en el tratamiento de trastornos emocionales y en la mejora del bienestar personal.
Los sabores tienen el poder de llevarnos a distintos lugares y también a momentos especiales. Por ejemplo, de vuelta a nuestra infancia, como a la cocina de la abuela o las recetas de mamá, rodeados de aromas familiares y risas. Un simple bocado puede desatar un torrente de recuerdos que despiertan emociones dormidas, desde la seguridad de un plato casero hasta la alegría de un postre especial. Esta conexión entre comida y memoria encuentra sus raíces en cómo el cerebro almacena las experiencias sensoriales.
El secreto de esta poderosa conexión está en el bulbo olfatorio, ubicado muy cerca de las áreas del cerebro que manejan la memoria y las emociones. A diferencia de otros sentidos, el gusto y el olfato tienen un camino directo al sistema límbico, la parte del cerebro donde se guardan los recuerdos más profundos. Por eso, basta con que una sopa recién hecha, milanesas, guisos o el sabor de un dulce típico nos roce el paladar para que, de repente, estemos de vuelta en la infancia, rodeados de momentos y sensaciones que creíamos olvidados.
Este fenómeno es común y se debe a la forma en que nuestro cerebro procesa la comida y los recuerdos asociados a ella, haciéndolos más intensos y duraderos que otros tipos de memorias.
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